El 9 de julio de 2014, a horas del partido que clasificaría a la Selección Argentina a semifinales del Mundial de Brasil, moría el periodista Jorge “Topo” López, quien cubría el certamen, entre otros colegas, para Radio La Red.
Luego de dos años del trágico accidente, su esposa Verónica Brunati todavía no pudo cobrar la indemnización que le corresponde de Radio La Red y, encima, hace unos días recibió amenazas de parte del director de la radio, Agustín Vila.
Carta que Verónica Brunati público en sus redes sociales
“En respuesta a tus amenazas, deseo Agustin Vila para vos y tu familia todo lo que no nos tocará vivir a nosotros. Te deseo envejecer viendo crecer a tus hijos, y que tus hijos sientan tu abrazo jugando con vos, en cada logro, en cada paso de sus vidas. Te deseo que estés en cada uno de sus cumpleaños, y puedas soplar con ellos las velitas, besarlos y abrazarlos y que siempre sientan la seguridad de un papá que los quiere, y los cuida.
Deseo que siempre estés para apoyar a tu mujer, que te ame, y que la ames, y puedas acompañarla cuando tus hijos enfermen. Y también cuando tengas que ir a verlos jugar a la pelota o en su primera obra de teatro en el colegio. Y no como los míos. Yo siempre estoy sola.
Deseo que no levanten a tu mujer una mañana en un hotel para que acuda a una morgue a reconocer tu cuerpo o el de otro ser querido.
Deseo que nunca en el día de un cumpleaños de tus hijos, tu mujer tenga que mirar a alguno de ellos y decirle que no tiene un regalo para darle. Y aguantar la respiración, las lágrimas, la impotencia y la bronca y tener que decirle: “Mataron a tu papá. Papá no va a volver”. Y que tu hijo entre lágrimas te grite, ¿Por qué mamá? ¿Por qué yo me quedo sin papá ahora? Si tenés una hija de tres años, podrás entender a Lucia que lloró sin entender que es la muerte, pero sabiendo que nunca más volvería a ver a su papá. ¿Mamá? ¿Podemos pedirle a Campanita que nos traiga a papá? Y decirle que no, ni Campanita, ni Mickey Mouse, ni el Mago de Oz.
Agustín: el Topo vino a mi hotel porque no tenía viáticos y porque quería comprar conmigo el regalo de su hijo mayor. Nunca pensó que podía morirse. Ni yo, aunque me acuses. Podrás imaginarte que no estaba en los planes.
Deseo que tus hijos jamás, siendo niños, tengan que verte en un cajón. Que te griten como me gritaron a mi desesperados y llorando: “Abrilo mamá queremos ver a papá, abrirlo. Mamá despertá a papá. Hacé algo mamá”. Y los veas subirse como pueden para impedir que un coche fúnebre se lo lleve. Yo lo viví.
Deseo que nunca tu mujer viva lo que yo viví. La soledad. La ausencia. La falta de amor. La frustración de ver a tu familia destrozada. El dolor de los amigos sin consuelo. Y no saber cómo seguir viviendo. Para qué. La cara de la gente que no sabe que decirte porque no hay nada que decir.
Insomnio de meses enteros sin poder dormir a mis hijos porque cualquier ruido de la puerta era…su papá que volvía. Y verlos correr a la puerta. Y sus ojitos de la puerta que no se abría. Y el llanto hasta que se dormían. El desconsuelo de Agustín, de cinco años, y Lucía de solo tres.
Deseo que nunca tengas que leer una carta de tus hijos a Papá Noel pidiendo: Papá Noel, no quiero un regalo. Quiero que traigas a mi papá a casa, por favor. Agustín y Lucía.
Deseo que nunca tu mujer tenga que presentarse ante un jefe de recursos humanos, como yo me presenté ante el tuyo y le diga: “De los 30 mil pesos de indemnización te voy a descontar 7 mil porque el Topo estuvo un mes en Barcelona”. Y como yo, tenga que decirle: “Pero trabajó para ustedes en Barcelona. Y no me alcanza para pagar el alquiler. Lo necesito”. Y que te digan, lo siento. Y no solo no vi nunca los 7. No vi nunca los 30. Pero viniste al velatorio a abrazarme y me prometiste darme ayuda.
Deseo que tus hijos nunca tengan jefes como vos, para quien no existen los francos. Y pagan sueldos de miseria. Porque eso significará que pueden dedicarles más tiempo a sus familias. A amar, a cuidar a sus hijos, a ser felices. Y que, sobre todo, son queridos y respetados.
Deseo que a tu mujer no le falte trabajo. Que jamás tenga que soportar mendigar trabajo como tuve que hacerlo yo porque no me alcanzaba mi sueldo para nada. Que nunca se meta una mano en el bolsillo y tenga que pensar: no puedo comprar más que leche. No tengo más que para leche. Llamar al dueño de tu departamento y decirle: tenerme paciencia no puedo pagarte. Y dar de baja la obra social. O obra social o comida. No hay otra ecuación.
Deseo que nunca tengas que llevar una pancarta pidiendo justicia. ¡Que verguenza por dios. ¡Que ridículo! ¿Pero sabes qué? Mis hijos querían venganza. Y tuve que enseñarles la palabra misericordia.
Y pedirles a los amigos lo que yo no podía, con enorme pudor: ayuda. Justicia, no venganza.
Se lo prometí a los papás del Topo. Ojalá tampoco nunca tengas que enterrar un hijo, después de que la noche anterior te llame para preguntarte como lo llamó el Topo a su mamá Nelly: “Mamá, ¿estás orgullosa de mí?”. Sí, a veces los hijos grandes también necesitan el cariño de una mamá.
Ojalá nunca acusen a tu mujer de robarle a sus hijos como vos me acusas a mí. Que la amenacen con el desprestigio y la humillación como vos me amenazas a mí. Para vos es indigno que te reclame lo que es justo. El seguro de vida que tenía el Topo y que vos no pagás, paga la aseguradora. Es dinero. Dinero que jamás comprará para mis hijos una vida que no tienen, el amor de un papá que falta. Ni te hablo de mí. ¿Comprará un departamento? ¿Qué es un departamento? La vida vale más que eso. ¿Un algo de un futuro mejor? ¿Las cuotas de un colegio? ¿No lo merecen? ¿No merecen que su mamá luche por ello después de todo lo que les tocó vivir?
Decime, Agustín Vila, lo que es justo, cuando al papá de mis hijos lo mataron cubriendo un mundial para Radio La Red.”
source http://segundoenfoque.com/pido-lo-que-me-corresponde-58-286665/
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