El árbol no tiene que tapar el bosque. Algunos podrían considerarla una frase oportunista, trillada y que poco aporta normalmente al fútbol dinámico y lleno de variantes en el que se está inmerso por estos años. Pero la realidad es que en River cada vez tienta utilizarla más. El equipo no juega bien, lo saben los hinchas, lo saben los jugadores y, aunque le duela admitirlo públicamente, lo sabe Marcelo Gallardo. Lo que pasa es que con el paso del tiempo este árbol que tapa la visión se va haciendo más grande, con hojas y ramas más espesas. River gana, pasa de ronda, pierde poco –solo un partido en lo que va del semestre- y hasta se da el lujo de golear en algunos encuentros.
Todos estos ‘peros’ no hacen otra cosa que alimentar esta distracción. Que tuvo un éxodo masivo en los últimos mercados de pases, que cada vez se lesionan más jugadores, que los reemplazos tienen pocos minutos con el equipo, que los rivales están jugando bien o que su figura, Lucas Alario, está pasando tal vez uno de sus peores momentos en el club. Los atenuantes se apilan y tapan el poco funcionamiento que está teniendo el equipo en estos últimos encuentros.
El partido de ayer no fue la excepción a lo que viene ocurriendo. En el primer tiempo, River volvió a mostrar algunas ráfagas de juego asociado y ese fútbol vertiginoso propio de sus individualidades. Pero son eso, solo ráfagas, y para colmo de males el esquema planteado por Madelón era firme, con buena presión en el medio, lo suficiente como para que su equipo se agrande.
El gol tempranero de Driussi –sin dudas el mejor del momento- sirvió para tranquilizar un poco las aguas y hacer frente de buena manera al bien plantado Unión. Pero con el correr de los minutos esto se iba diluyendo, Ponzio y Rossi no encontraban el control de la mitad de cancha, los dos delanteros quedaban cada vez más solo y el Pity Martínez era la único que mostraba un poco de rebeldía durante los primeros 45.
En el complementó todo se complicó más y la sombra del mal juego mostrado en los últimos dos partidos, frente a Patronato y Atlético Rafaela, era cada vez más grande. La lesión de Rossi, obligó a meter mano con la entrada de Domingo, lo que complicó más el panorama para el Millonario. El Tatengue se venía cada vez más, la defensa no era sólida y el mediocampo estaba completamente desequilibrado, haciendo que el rival tenga un mano a mano ¡hasta con el uno a cero arriba!
La lesión de Maidana (este sí que puede ser un gran bosque) fue un baldazo de agua fría en el peor momento de River en el partido. El Muñeco tuvo que improvisar con lo que tenía en el banco y terminó parado con dos parejas inéditas: Ponzio y Mina como centrales, y Domingo y Arzura como doble 5.
Sin embargo, aunque los presagios no eran buenos y los murmullos eran cada vez más, la sorpresa fue positiva. El equipo consiguió el aire que necesitaba en el medio, el ingreso del ex Tigre le dio un poco del juego que se pedía en la mitad de la cancha y el cansancio en el rival ayudó al equipo a soltarse definitivamente. Martínez se enchufó, dio otras dos asistencias y River terminó ganando bien por 3 a 0.
El resultado no hace más que aliviar un poco los problemas ante el mal juego mostrado por momentos. Lo que viene no es fácil y será un reto para el equipo: Estudiantes, Newell’s, Independiente y Boca son cuatro de los seis próximos rivales en el torneo, sumando que en el medio estará la semifinal de la Copa Argentina, ante San Lorenzo o Gimnasia. Este panorama puede ser un buen medidor para ver hasta dónde puede llegar este equipo. Por lo pronto River gana, sigue dando pelea en el torneo y pasa de ronda en la Copa. La distracción es grande y seguramente no deja ver que tan profundo es el bosque, pero si el premio es la clasificación a la Libertadores creo que podemos entretenernos con este árbol un tiempo más.
source http://segundoenfoque.com/river-entre-la-victoria-y-el-juego-mostrado-45-285294/
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